La privacidad es un derecho que tenemos como individuos, pero también es algo que debemos llevar a la práctica en actividades grupales como ocurre en el lugar de trabajo. Siempre hay cosas que no deseamos que los demás sepan, mucho menos que se involucren o que puedan utilizar más adelante en contra de nosotros mismos. Lamentablemente, es muy regular encontrar por doquier a los curiosos.
En algunos casos, se trata de individuos que simplemente desean saber lo que no les corresponde, y tal vez, utilicen dicha información para comentarla con otros. Pero existen otros seres, que van más allá de una inofensiva intriga. En el mundo real existen espías, no como lo cuentan algunas películas o series de la pantalla chica, pero sí los hay, sobre todo, en el mundo de los negocios. Ciertos datos son apetecibles para sepultar a la competencia, por ello, quienes juegan sucio se valen de métodos poco honestos.
En función de lo anterior, conviene ser prudente con lo que hacemos frente a los demás, tales como comentarios de planes, proyectos, costes, incluso hasta simples ideas para alguna innovación, pues las pueden plagiar y luego las veríamos realizadas en la competencia. Las reuniones deben hacerse a puerta cerrada y con un acuerdo de confidencialidad. Lo que se vaya a divulgar ha de ser consensuado con el equipo de trabajo.
También hay otras formas de exponernos a la mala intención de terceros, se trata de los documentos a la vista. Es cierto que no podemos encerrar los expedientes en una caja fuerte, especialmente si estamos trabajando con ellos, es muy probable que los mantengamos sobre el escritorio o en archivadores de oficina. En este caso, hay que tener la disciplina de recoger constantemente, cuando nos retiramos del puesto de trabajo, incluso cuando recibimos alguna visita.
Otra de las imprudencias en la que solemos incurrir es al momento de botar algún papel con información delicada. Creemos que es suficiente arrugarla o picarla en unos cuantos trozos y listo, al bote de basura. Sin embargo, esto no es suficiente para eliminar el rastro de su contenido. Es apropiado utilizar un mecanismo más contundente como resultan ser las destructoras de papel, en donde, sin lugar a dudas, no quedará nada legible, por ende, será imposible que averigüen algo a través de esas hojas.
Nunca es una exageración extremar las medidas para preservar la integridad de la información confidencial.